viernes, 23 de septiembre de 2011

La Princesa que no fué Azul.

Cuenta la leyenda que en un reino lejano, existía una singular princesa que, no era hermosa ni esbelta pero encandilaba a todos los hombres.

Un mal día se cruzó con un apuesto caballero, señor noble que luchaba por y para sus tierras. La arpía princesa no tardó mucho en fijarse en él, sin saber cómo lo atrajo hasta sus brazos con sus estratagemas y engaños.

El caballero cegado de ese modo, pidió la mano de la princesa quién le rechazó. Que gran hazaña has realizado para merecer mi amor, le dijo. El caballero pensando que todas sus hazañas podrían ser poco para merecer una princesa, salio a batalla.

Conquisto las tierras que ella deseaba y se las regaló, ella con un alarde de grandeza le dijo, no es suficiente.

La agasajo con regalos de todo tipo, traídos de los rincones más escondidos, tampoco fue suficiente.

Le construyó altares y partió junto a ella en grandes viajes, pero no fue suficiente.

Pasaron tres largos años, y el caballero desilusionado, destrozado, ya no sabía que más hacer. Le había dado todo y no era suficiente. El pueblo comenzó a burlarse de él. Dejó todo lo que tenía, partió solo hacia un lugar muy lejano y ella no volvió a saber más de él.

La princesa se casó poco después con el siguiente caballero que se cruzó.

El caballero después de sus exóticos viajes, de la locura y del dolor, un buen día conoció a una dama. Ella era bella, tierna, delicada, atenta, tímida. Pero todavía recordaba el daño que le habían hecho, por lo que espero a estar seguro de lo que ella sentía antes de declararle sus intenciones. La dama y el caballero siguen amándose lo mismo a día de hoy.

El caballero solo se cruzaría con la princesa una vez más, él llego en su estupendo corcel al castillo donde ella moraba, por asuntos de batalla por la cual habían enviado a un mensajero comunicarle la necesidad de su presencia. La reacción fue extraña, ella ni si quiera fue capaz de encajar palabra, el la miró y no sintiendo nada más que absoluta indiferencia arregló sus asuntos y se marchó...

El Caballero del Tiempo Perdido.