viernes, 28 de enero de 2011

La Gran Victoria.

Erase en el tiempo dos pueblos cercanos que con el tiempo se hallaban distanciados, ni siquiera recordaban ya a que era debido, solo que esa enemistad provocaba grandes perdidas personales y materiales para ambos.

Un día un extraño caballero que vagaba por el mundo casualmente se encontró con una batalla, el pueblo encerrado en sus casas con miedo a salir. Negocios cerrados, hambre, enfermedad, etc.

El caballero, viendo la situación descabalgó de su noble caballo blanco y se aproximó hacia el centro de la plaza, dónde se encontraba el núcle de la batalla. Cruzado de brazos se quedó tal estatua, hasta que los mismos soldados de ambos pueblos por curiosidad dejaban la batalla y lo observaban. Cuando ya se silenció todo y no hubo ni una sola espada levantada. El caballero preguntó que por qué peleaban. Ellos haciendo un esfuerzo por recordar, le explicaron que la batalla venía por un orbe de oro encontrado justo entre un pueblo y otro.

El caballero exigió encontrarse con los dos reyes, y así se produjo el encuentro. Preguntó que valor tenía el orbe de oro a lo que ellos contestaron que tenía un valor de veinte millones de coronas.

Sin dudarlo, el caballero ofreció un acuerdo a ambos reyes, él les compraba el orbe por 40 millones de coronas a cada rey solo con la condición que ambos usaran más de la mitad de ese dinero a reformar los desperfectos causados por su batalla. Ambos reyes, felices por el fin de la disputa, y agradecidos con el caballero, ambos le ofrecieron a sus bellas hijas como esposas. El caballero, agradecido pero consciente de que no podia desposar a las dos bellas damas, les ofreció dos opciones a elegir. Una debe venir conmigo en lo que queda de viaje, y otra le concederé mi noble caballo para cuidarlo y con la condicion de que un día volveré a por él.

Cada una eligió lo que más deseaba, y el caballero partió a proseguir su viaje, sin su caballo, con la compañía de una bella dama, su orbe de oro y sin cuarenta millones de coronas. Pero sabiendo que tenía lo que necesitaba para proseguir el viaje.

El Caballero del Tiempo Perdido.

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